El relato de esta semana es de la hija de Marrero Aristy lamentando de que todo estaba listo para celebrar su cumpleaños número ocho: ya sus amiguitas estaban en su casa; pero llegó un “regalo” inesperado: su padre en un ataúd. Hagamos un ejercicio mental: trasladémonos a esa fiesta de niños, niñas (acompañados de sus padres), esperando el inicio del cumpleaños y, como un cuento de terror, la dictadura envía muerto al anfitrión o dueño de la casa.
Antes debo referirme a por lo menos a dos de los muchos comentarios que me hicieron sobre el anterior artículo. El destacado ingeniero-geólogo Osiris de León calificó el artículo de excelente y explicó que siendo muy joven leyó la novela Over y quedó deslumbrado con la exquisita narrativa de Ramón Marrero Aristy.
El periodista Nino Peña, oriundo de Boca Chica, nos felicita por el escrito y sobre el aspecto que tiene que ver con el presidente Juan Bautista Vicini Burgos (gobernó de 1922 a 1924), nos indica que está enterrado en ese municipio, en la Iglesia San Rafael Arcángel. Eso se debe, según él, a que la familia Vicini tiene profundas raíces en ese municipio, tanto en lo familiar como en lo empresarial.
Nino explica que el nombre “San Rafael” de la iglesia es en honor al dictador Rafael Leónidas Trujillo Molina, que nació el 24 de octubre de 1891, el día de San Rafael. Reveló que hasta no hace mucho tiempo era costumbre que las fiestas patronales se realizarán para el natalicio de Trujillo, que al igual que su hijo Rafael Leónidas Trujillo Martínez (Ramfis), tenía una residencia en el lugar.
Peña narra que como gran parte del país, en Boca Chica veían al dictador como un dios: cuando salía de paseo por el lugar, la gente que se encontraba con Trujillo se persignaba, hacía la señal de la cruz, se inclinaba, abría los abrazos y miraba al cielo. Lo reverenciaban como si tuviesen ante el mismo Dios o su hijo Jesús. Nino es investigador y escribe cuentos.
Testimonios El periodista Manuel Nova recogió en un libro titulado “Ramón Marrero Arisy: El Negro más Caro de Trujillo”, los testimonios de su esposa Belisa Mejía, ya fallecida, y la hija más pequeña del escritor. Ellas claman que se cree conciencia para evitar que jamás vuelva “un Trujillo”.
Belisa Mejía describe lo que su familia y el pueblo sufrieron: “Todo lo malo que digan de la Era de Trujillo es poco, para describir realmente lo que sucedió. Y no tanto Trujillo, sino la gente que lo rodeó. ¡Cuántos crímenes, cuántos presos! Marrero se quejaba amargamente de la gente que llevaban y torturaban en la cárcel La Cuarenta. Tú sabes los jóvenes que estropearon en esa cárcel. Esa fue la cosa más mala que este país ha tenido. Esa época no puede volver aquí, nunca jamás”.
Para que el crimen quedara inscrito en la mente y el corazón de la familia como tinta indeleble, Trujillo ordenó que fuese asesinado el día del cumpleaños de su hija. Belisa (Belisita). El intelectual había organizado de forma entusiasta el cumpleaños. “…Las amiguitas mías llegando con sus juguetes, vestidas con sus cretonas; el muerto llegando también. Hasta el día de hoy nunca he celebrado mi cumpleaños. ¿Qué voy a celebrar? ¿La muerte de mi papá?”, lamenta Belisita.