Lluvias torrenciales, la inundación indetenible de zonas con baja geomorfología y la decisión del mantenimiento de una de las obras viales que conectan hacia el este del Gran Santo Domingo, trajeron consigo el mar de plástico que hoy, afortunadamente, nos tiene a todos preocupados.
Decimos que afortunadamente porque muchas veces ignoramos el impacto que el plástico tiene en el medioambiente y, sobre todo, las consecuencias funestas que tiene la contaminación en el ecosistema en que vivimos, especialmente cuando la República Dominicana es un país cuya economía recae tan fuertemente en sus playas, costas y ríos.
Hace 50 años, la humanidad producía 2 millones de toneladas de plásticos cada año. Ahora son 330 millones de toneladas. Greenpeace, la reconocida organización que lucha por la protección del medioambiente, afirma que cada año llegan a los mares y océanos alrededor de 8 millones de toneladas de plásticos, suficiente para cubrir 34 veces la isla de Manhattan en Nueva York.
Para enfrentar este problema se requiere un abordaje desde tres enfoques en particular. Uno es la disminución en la producción de plástico por parte de la industria nacional y en la importación. El uso de plástico debe conllevar un costo que desincentive su uso. Medidas de este tipo, aplicadas por el Gobierno de Irlanda en cuanto al uso de bolsas plásticas, lograron una reducción en el uso de las mismas de un 90%, equivalentes a 1.2 millones de bolsas menos en un período de 5 meses.
El otro es el abordaje desde la economía del comportamiento. En Noruega, por ejemplo, se han auxiliado de esta rama de la economía para incentivar el reciclaje del plástico. Consiste en que las botellas y envases plásticos tienen un costo extra por concepto de “alquiler”. Al ser devueltas a máquinas de reciclaje, el usuario recibe la devuelta del precio que pagó extra. El programa ha resultado en el reciclaje del 97% de todas las botellas plásticas.
El tercero, no menos importante, es el abordaje cultural del uso del plástico. El buen manejo de este material reciclable requiere de la apropiación cultural de su reutilización y que la sociedad comprenda que no siempre es necesario utilizarlos, como sucede con el caso de los famosos sorbetes o calimetes. Este aspecto cultural debe iniciar en el empresariado nacional que podría, poco a poco, disminuir la necesidad del uso de plásticos en sus productos y servicios.
La diferencia entre un país limpio y un país sucio sigue siendo la cultura de sus habitantes. Se requiere la alianza de todos los sectores de la población para impulsar una cultura de protección del medio ambiente, que se contraponga a la actitud imperante de la cultura del plástico, que se manifiesta en las bolsas del supermercado o del colmado, en las botellas de bebidas, en los empaques de las tiendas y hasta en el uso de cubiertos.
Hoy en día, el 80% de los residuos marinos proviene de tierra, mientras que el 20% restante de la actividad marítima. Es una actividad insostenible que impulsa el ser humano con sus acciones, destruyendo la fauna y la flora marina. Solo hace falta tomar conciencia para cambiar esta realidad.