Roma.- La Iglesia Católica que ha sido sacudida por una vieja y extendida epidemia con la cual convivió por mucho tiempo, inicia hoy aquí un análisis sobre el más reciente escándalo relacionado con abusos sexuales por miembros del clero.
Como sucedió antes en Irlanda, Estados Unidos, Australia, Reino Unido, España, México y otros países, el fenómeno se centra ahora en Chile, desde donde llegaron a Roma 31 obispos diocesanos y auxiliares y dos eméritos, convocados por el papa Francisco.
El propósito del sumo pontífice es dialogar con los prelados de la nación austral sobre los resultados de la investigación realizada por monseñor Charles Scicluna, arzobispo de Malta, y el reverendo Jordi Bertomeu Farnós, oficial de la Congregación para la Doctrina de la Fe, además de exponer sus conclusiones personales.
He pensado en dicho encuentro -apuntó Francisco en carta fechada el ocho de abril último- como en un momento fraternal, sin prejuicios ni ideas preconcebidas, con el solo objetivo de hacer resplandecer la verdad en nuestras vidas.
En lo que me toca, subrayó, reconozco y así quiero que lo transmitan fielmente, que he incurrido en graves equivocaciones de valoración y percepción de la situación, especialmente por falta de información veraz y equilibrada.
“Ya desde ahora pido perdón a todos aquellos a los que ofendí y espero poder hacerlo personalmente, en las próximas semanas, en las reuniones que tendré con representantes de las personas entrevistadas”, indicó.
El objetivo del cónclave, precisó posteriormente la Oficina de Prensa de la Santa Sede, es analizar las causas y consecuencias de los abusos de poder, sexuales y de conciencia, ocurridos en Chile en las últimas décadas, así como los mecanismos que llevaron en algunos casos al encubrimiento y graves omisiones hacia las víctimas.
Según el comunicado, Francisco compartirá con los obispos sus conclusiones derivadas de la investigación realizada por Charles Scicluna, arzobispo de Malta, y Jordi Bertomeu, de la Congregación para la Doctrina de la Fe, completada con numerosos testimonios orales y escritos recibidos por él en las últimas semanas.
“El objetivo de este largo proceso sinodal es discernir juntos, en la presencia de Dios, la responsabilidad de todos y cada uno en esas heridas devastadoras, así como el estudio de los cambios adecuados y duraderos que impidan la repetición de actos siempre” apuntó la declaración.
Es fundamental -puntualizó- restaurar la confianza en la Iglesia mediante pastores buenos que testimonien con su vida el haber conocido la voz del Buen Pastor: que sepan acompañar el sufrimiento de las víctimas y trabajar de manera decidida e incansable en la prevención de los abusos.
En el procedimiento empleado por el papa para enfrentar este nuevo episodio vergonzoso para la iglesia católica, destaca el diálogo y examen colectivo de conciencia, como señaló a Prensa Latina el periodista vaticanista Carlo Di Cicco.
Esa manera de abordar el fenómeno se refuerza con la autocrítica del pontífice al confesar que estaba mal informado, además de lo expresado en sus encuentros con tres chilenos víctimas de los abusos, ante quienes reconoció ser parte del problema por su condición de máximo representante de la iglesia católica.
Sobre el enfoque dado por Francisco al problema, Andrea Tornielli, vaticanista del diario La Stampa, se refirió al tono empleado por él en la carta dirigida a los obispos chilenos en abril, en la cual no se presentó 'como el ángel exterminador ni como el inflexible aplicador de las mejores prácticas anti-pederastia'.
En opinión de Tornielli, al asumir el pecado y la vergüenza tras conocer los resultados de la investigación ordenada por él, Bergoglio invita con 'su testimonio personal a la iglesia chilena a que haga finalmente lo mismo'.
Al margen de sus diferencias históricas y contextuales, los objetivos perseguidos por Francisco para evitar que hechos como estos se repitan, recuerdan la batalla de su predecesor Benedicto XVI, en el enfrentamiento a situaciones, en esencia similares, en Irlanda.
En carta dirigida a los católicos de aquel país el 19 de marzo de 2010, tras concluir el análisis del caso, el papa de entonces enumeró entre los factores que contribuyeron a la crisis, los procedimientos inadecuados para determinar la idoneidad de los candidatos al sacerdocio y a la vida religiosa.
Además, la insuficiente formación humana, moral, intelectual y espiritual en los seminarios y noviciados, así como una tendencia en la sociedad a favorecer al clero y otras figuras de autoridad.
Otra causa fundamental, la cual seguramente se reiterará en el caso chileno, fue 'una preocupación fuera de lugar por el buen nombre de la Iglesia y por evitar escándalos, cuyo resultado fue la falta de aplicación de las penas canónicas en vigor y la falta de tutela de la dignidad de cada persona'.