El concepto de economía de la atención ha sido acuñado debido a la abundancia de la información que hoy en día recibimos, que ha llevado a que surja una cierta “pobreza en la atención”, tal y como lo ha definido Michael Goldhaber. En su reconocido artículo del 1997, Goldhaber profundizó sobre el concepto emitido por Herbert Simon en 1971, enunciando que “el exceso de información convierte la atención humana en un bien escaso”.
¿Será posible que la humanidad llegue a un punto donde se preocupe más por donde pone su atención, que por donde pone su dinero? La proliferación y el éxito de las redes sociales y de equipos tecnológicos de reconocimiento mundial, nos pone a reflexionar sobre la gran responsabilidad que tenemos a la hora de compartir y consumir información. Cada día se publican un millón de páginas web y cada minuto se realizan 3.5 millones de búsquedas en Google.
En la teoría de la economía de la atención, se asume que, en algún momento, el intercambio económico estará guiado por los flujos de redistribución de la atención, especialmente a través de la Red. Josef Falkinger, del departamento de economía de la Universidad de Zurich, consideró la atención como “un asunto básico” para la vida económica y como un “prerrequisito de toda transacción económica”.
Por igual, es un tema relevante para la política. Recientemente se ha generado un interesante debate en torno al rol de las redes sociales en las pasadas elecciones de Estados Unidos, en especial en lo relativo a las cuentas y noticias falsas que fueron difundidas para desviar la atención del electorado. Las investigaciones preliminares reportadas en la prensa apuntan que 2 de cada 5 estadounidenses vieron publicaciones que tendrían como objetivo interferir en la política estadounidense.
Desde el punto de vista de los negocios, especialmente en el mundo de la publicidad y la comunicación corporativa, la atención vale ya más que el dinero. La gran cantidad de información existente hace que la atención sea el recurso más escaso en el mundo de los negocios.
Lo mismo aplica al mundo de lo social. Hoy en día somos definidos por el número de “likes” en una foto, los comentarios que generamos o las veces que se comparte un contenido. Es decir, valemos más en la medida en que generamos atención hacia lo que hacemos o decimos.
La obra “La Economía de la Atención”, de Thomas Davenport y John Beck, ha sido lectura obligatoria sobre este tema. Ellos plantean que “así como la mano de obra condujo la economía en la era industrial, y la información hizo lo mismo para la era del conocimiento, la atención será el combustible de la próxima era económica”. Ambos han sentenciado que “las empresas que desean vender sus productos y servicios en internet vivirán o morirán por la atención que reciben”.
El Foro Económico Mundial lo plantea desde otra perspectiva: hoy en día ya no se puede comprar la atención de los consumidores, hay que ganársela. Este principio aplica para todo el espectro de la sociedad, desde las organizaciones sin fines de lucro hasta las instituciones públicas.
La economía de la atención trae consigo sus propias reglas, su propia división de clases sociales, su forma de propiedad, tal y como lo describe Goldhaber. Son conceptos sobre los cuales debemos profundizar, para comprender mejor el mundo hacia el que nos estamos dirigiendo.