Analizar este tema pudiera verse como intrascendente en los actuales momentos que vive el Partido de la Liberación Dominicana, el país y el mundo, sin embargo, la situación por la que atraviesa esta organización política que gobierna la Republica Dominicana, debe ser del interés de todos los ciudadanos, dado que su visión y su accionar en la dirección del Estado impacta de forma directa a toda la sociedad dominicana. Por eso es interesante comprender las razones y las motivaciones que rigen el comportamiento de los dirigentes y miembros del partido gobernante.
La fundación del PLD se produce en la postrimería de la guerra fría (1973) como se le conoce a la confrontación que se escenificaba entre Estados Unidos de Norteamérica (EEUU) y la Unión Soviética a partir de la revolución socialista (bolchevique) de Rusia de 1917, desde entonces las mayorías de los partidos políticos en todo el mundo se habían mantenidos divididos en pro-rusos y pro-norteamericanos hasta que se produjo el histórico acontecimiento que se conoce como “la caída del muro de Berlín” (1989) que unificó las dos Alemanias (Berlín del Este y Berlín del Oeste) desde el 13 de agosto de 1961; en lo que respecta al Partido de la Liberación Dominicana este no era exactamente ni pro-ruso ni pro-norteamericano, aunque, por el hecho de ser doctrinariamente un partido marxista, se le solia ubicar más cerca a la política internacional de Rusia que la de los EEUU, sin embargo, salimos de la guerra fría y nos quedamos sin argumentos ideológicos, para afrontar la nueva coyuntura política nacional e internacional.
La ausencia de una ideología especifica ha arrastrado al Partido de la Liberación Dominicana al pragmatismo el cual ha sido puesto en práctica por todos sus gobiernos, tanto en la administración del Estado como al interior del propio partido. El pragmatismo se introdujo en el partido a partir del sexto congreso Profesor Juan Bosch en el año 2000, con la apertura, la masificación, la abolición de los círculos de estudios y la educación política, para convertirlo en una maquinaria electoral, llevándose consigo la institucionalidad y la disciplina, cuyos efectos los hemos vistos en los últimos procesos internos de escogencias de candidatos a puestos electivos de cualquier naturaleza.
La falta de una ideología claramente definida en el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) ha traído consigo el desarrollo entre sus miembros de una filosofía de vida conocida como existencialismo, en la que el individuo deja de pensar en la sociedad para pensar más en sí mismo. De esta filosofía se han desarrollado tres corrientes distintas que se manifiestan a través de comportamientos que exhiben los miembros del partido indistintamente de la posición o el rango que ocupen en la estructura de la organización, sin que estos coincidan necesariamente con los conceptos ya establecidos al respecto por los clásicos de esta corriente filosófica, como son el existencialismo cristiano representado por Soren Kierkegaard y Fiódor Dostoievski, el existencialismo agnóstico representado por Albert Camus y Martin Heidegger y el existencialismo ateo representado por Jean-Paul.
Si clasificamos los miembros del partido en función del comportamiento existencialista que exhiben se pueden clasificar en tres grupos: los que se han refugiado en el conformismo religioso, perdiendo incluso la esperanza en que el partido resuelva los problemas sociales del país y actuando de manera indiferente al futuro del partido; por otro lado están los que se han dedicado a la búsqueda pura simple de riquezas materiales sin importar el costo social de su comportamiento, y un tercer grupo que yo le llamo los peledeistas de la guerra fría, los de la utopía revolucionaria, los críticos, los continuadores de la obra de Juan Pablo Duarte, los que cuestionan, los que sueñan con el partido organizado, disciplinado, moralista, muchos de los cuales se autodenominan boschistas.
Los Peledeistas de la guerra fría son los abanderados de los principios patrióticos, democráticos, éticos, humanistas, aquellos que velan por el respeto de los derechos humanos, por la justicia, por la equidad, por la transparencia, por la libertad, por la igualdad, por la inclusión social, etc., pero hoy se encuentran segregados del poder, tanto en las estructuras del partido como de las esferas del Estado y el gobierno.
La ausencia de una ideología política específica y consciente en la organización, que oriente el accionar social y político de sus miembros, conlleva a que estos recurran al sistema de valores propios del contexto sociocultural en el que se formaron como individuos, que no son otros que los mismos que el actual sistema capitalista les imprime a partir de la posición de clase que ocupan.
La falta de un blindaje ideológico a lo interno del Partido de la Liberación Dominicana, ha convertido a sus miembros en receptáculos de los mensajes y las ideas que les trasmiten los aparatos ideológicos de la sociedad, es decir, la familia, la escuela, la iglesia, los medios de comunicación, la sociedad civil, etc., que no son otras que las ideas y los mensajes de sectores de la sociedad con intereses distintos a los del partido; y esa misma diversidad y dispersión de las fuentes y la naturaleza de los mensajes, impacta en la militancia generando confusión y dispersión respecto a los propósitos misionales de la organización, trayendo consigo desorientación, confusión y división en sus filas como se observa en la actualidad, al punto de irrespetar con epítetos y calificativos a sus tres principales figuras dirigenciales: el Presidente de la República, el Presidente del Partido y el Secretario General.
Al carecer el partido (PLD) de una ideología definida ha dado paso para que surjan los mesías, los caciques y jefes de grupos o corrientes que lo mantienen divididos en más de 50 grupos, uno por cada miembro del Comité Político y otros tantos encabezados por miembros del Comité Central con pretensiones presidencialistas, que se ponen de acuerdo coyunturalmente sobre la base del reparto de posiciones en el Estado y en la estructura del partido. Tal y como lo predijo el maestro, el profesor juan Bosch, si se violan los métodos de trabajo del partido, la unificación de criterio, terminaríamos como la iglesia, dividida en incontables denominaciones o sectas, cada una enarbolando una interpretación distinta de las doctrinas del hijo de Dios.
Un partido político que se precie de progresista como el PLD no puede prescindir de una ideología que le oriente y unifique, que defina su accionar, su visión, su objetivo estratégico de conformidad a los interese de la nación. Un partido político sin un marco ideológico se convierte en una asociación de individuos con intereses particulares, en el que el interés nacional no constituye una aspiración ni un compromiso, de ahí que terminan actuando como corporaciones que sólo buscan beneficios personales y grupales, en desmedro de los intereses colectivos y sociales.
Si hoy existe a lo interno del PLD algún tipo de dificultad que desvirtúa su naturaleza y mantiene divididos y enfrentados distintos sectores a su interior, que amenaza incluso con una virtual ruptura, es consecuencia directa de la ausencia programada y planificada de una verdadera ideología política que lo unifique en favor del interés nacional, y no como se observa que todos sus cuadros dirigentes de todos los niveles sólo están preocupados en resorber apetencias personales, de familiares, amigos y relacionados, dejando como barco a la deriva tanto a la militancia del partido, como a los sectores más vulnerables de la sociedad dominicana.
En definitiva, la gran disyuntiva que enfrenta el Partido de la Liberación Dominicana en los actuales momentos, es determinar qué línea de comportamiento adoptan sus miembros que garantice la continuidad como fuerza dominante, influyente y determinante en el presente y futuro de la nación dominicana; ya sea que se refugien en el conformismo religioso, idealista y conservador, en la búsqueda de dinero puro y simple o, retomar el Boschismo, cuestionador, critico, el de la utopía, el que propugna por un partido democrático, organizado, disciplinado, moralista, defensor de las libertades públicas, de la dignidad humana y el desarrollo sostenible del país.
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