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Por   Margarita Cedeño de Fernández

Un hombre con valores


La noticia triste de su partida llegó como una desagradable sorpresa. En apenas unos segundos, un escueto mensaje generó el lamento más profundo, la desoladora pérdida de un padre, un amigo, un servidor público, un ciudadano ejemplar para la sociedad. La partida a destiempo de Julio Aníbal Fernández Javier es un duro golpe a quienes lo conocimos y reconocimos en su accionar, a una persona íntegra, dedicada al servicio hacia los demás, con una caballerosidad inigualable y un trato exquisito.


Séneca dijo que nada es tan cierto como la muerte, y Santo Tomás de Aquino la consideró la más grande de las desgracias humanas. Y aunque nos pasamos la vida tratando de prepararnos para ella, nunca estamos listos para recibir a “la mañosa muerte”.


Cuando la desgracia apagó la luz de Julio Aníbal, seguía aportando con su ejemplo a su familia y a su país, la mejor forma que conocía para inspirar los cambios que entendemos precisos en la sociedad. Hacía unos meses le había pedido que asumiera como Subdirector de los Centros Tecnológicos Comunitarios, convencida de que su fino trato, su conocimiento de la naturaleza humana y sus habilidades gerenciales, servirían para impulsar esa gran obra de amor que está presente en 100 municipios del país.


Como siempre, asumió con la mayor disposición esta nueva encomienda. En poco tiempo, había recorrido los Centros, llevando a cada comunidad un mensaje de optimismo y esperanza, para que aprovecharan las oportunidades de desarrollo que los Centros les ofertaban. Las redes sociales estaban repletas de imágenes de Julio Aníbal con los comunitarios, que agradecían su disposición de escucharles y prestar su mano amiga para solucionar problemas. Esas mismas comunidades, hoy lo lloran desconsoladamente.


El día que la tragedia lo encontró en la carretera, luego de un día de labores, tenía pensado asistir a clases de maestría en el Instituto Global de Altos Estudios Sociales. Ese era Julio Aníbal, no paraba de estudiar. Su amor por el derecho, por la administración pública y por la filosofía, lo hacían un ávido lector, en la búsqueda constante de herramientas y aprendizajes que le permitieran hacer mejor su trabajo. A veces nos saludaba en un francés perfecto, idioma que cultivó por su amor hacia la cultura jurídica francesa.


Aprendimos mucho de Julio Aníbal. De su vida, resalto el profundo respeto que sentía hacia los demás, sin importar su clase social, su puesto o su forma de ser. A todos los trataba con el mismo cariño, con la misma prudencia y el mismo candor.


Aprendimos de su amor infinito hacia su familia, del orgullo que sentía por sus hijos, por su esposa, sus padres y hermanos. Hablaba de ellos con brillo en los ojos y siempre me manifestó su felicidad por haber formado un núcleo familiar unido en torno al amor y el respeto mutuo.


Mary Luz, su esposa; Gala Luz, María Alejandra, Salomé y Julio Ernesto, sus hijos, toda su familia y sus amigos, lloramos la partida de un hombre con valores. Un ejemplo de hombre de familia, de respeto y responsabilidad. Con humildad, cariño sincero y trato afable, Julio Aníbal entró en los corazones de todos los que lo extrañaremos. Su recuerdo perdurará sempiterno en cada anécdota y en cada recuerdo. Que descanse en paz Julio Aníbal, hombre de valores.







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