Woody Allen, genial actor y director del cine norteamericano, escribió y dirigió una película llamada “Crímenes y pecados”.
En el surrealismo en que se maneja el genio de Allen desarrolla la trama cuando un médico y famoso filántropo en la ciudad de Nueva York, tiene una amante y esta amenaza con denunciarlo si él la deja como le había prometido en innúmeras ocasiones.
La dama, también prestante en la sociedad newyorkina, sabía que el famoso doctor, interpretado por Martin Landau, era casado y que si se sabía que él tenía una amante su carrera se destruiría, tal como lo establecen los parámetros de un ambiente de simulación como lo es la alta burguesía norteamericana.
Dentro de ese contexto Allen desnuda la falsa vida de un famoso y millonario que al verse chantajeado por su amante contrata a un delincuente para que la asesine.
Ejecutado el hecho, el reputado oftalmólogo actuado por Landau tiene martirios de conciencia pues mandó a matar a su amante, por lo que el sicario de quien tiene el papel Alan Alda, lo amenaza a él de que si se arrepiente y habla también el médico morirá.
Si transferimos ese guión de la película de Woody a las cosas que pasan dentro de la comunicación y la política dominicana, entonces podemos hacer algunas comparaciones aunque no comprometedoras.
Lo cierto es que en el área de la comunicación existe gente que ejerce ese oficio con aires de extorsión y manipulación, convirtiéndose ese comportamiento en una costumbre dentro de los medios de comunicación.
Evidentemente que no todo el mundo se comporta así dentro del oficio, pero existe una camada de gente que ha llegado a los medios violando todas las normas éticas del ejercicio de la comunicación y el periodismo.
Mezclando esto con el corrupto comportamiento de algunos elementos que ejercen la política y la administración pública en forma deshonesta, llegamos a la conclusión de que ambos elementos se juntan desarrollando un final muy infeliz para sus ejecutores.
De todo se aprende en la vida y por lo que se ha visto en el país en los últimos tiempos tenemos que determinar que tanto la práctica de la comunicación honesta y ética, como el ejercicio de gestiones decentes y anti corruptas en el Estado, es lo que podrá llevar esta sociedad hacia un futuro mejor.
Mientras tanto debemos pedir a los que ejercen la función pública, comenzando por los principales funcionarios, a que solamente no piensen en mantenerse en el poder, sino a llevar a cabo prácticas reales que lleven al Estado a ser más decente con los fondos públicos, ante el manejo desleal de muchos servidores institucionales.