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Por Elso Segura

LA TRASCENDENCIA DEL LÍDER


A menudo se escenifican discusiones respecto a la figura del Líder en ámbitos coloquiales, académicos, profesionales y demás; se dice que el líder nace o que el líder se hace, en fin, se habla de líderes sociales, sindicales, empresariales, religiosos, políticos, etc. Y en esta ocasión nos referimos a la trascendencia del líder, en especial del líder político.


Un líder trasciende cuando supera sus limitaciones naturales o sociales, cuando sus acciones impactan de manera positiva sobre las demás personas o sobre sus seguidores de manera específica, cuando sus obras o sus ideas perduran en el tiempo y se convierten en referencias, en paradigmas para la sociedad o para la humanidad.


El líder político suele trascender por sus obras o por sus ideas, o ambas cosas a la vez. Muchos líderes políticos valoran las construcciones de obras monumentales, faraónicas, como mecanismos para trascender en el tiempo, mientras que otros valoran los ideales, los principios. Trascender no es recordar al líder por un hecho, por una obra o un acontecimiento, trascender es más que eso, es ser tomado como ejemplo, como modelo, como paradigma por las sucesivas generaciones.


La trascendencia del líder está íntimamente asociada a la utopía de las masas, a sus sueños, a sus ideales, a sus esperanzas y expectativas; la utopía puede ser alcanzada o no por las masas, lo que importa para influir en la trascendencia del líder es que las masas asocien la utopía con su líder.


La historia de la humanidad está llena de líderes que han trascendidos por sus obras y por sus ideales, pero son más los que han trascendidos por sus ideales que por sus obras monumentales; bastaría tan sólo recordar a Jesucristo, Mahoma, Abrahán Lincoln, Mahatma Gandhi, entre otros, para comprender cuales son los verdaderos líderes que trascienden. Otros líderes en su afán de trascender en el tiempo han construidos obras monumentales, sin embargo, la humanidad termina admirando las obras en si mismas por su valor histórico y cultural, mientras se olvida de sus creadores y promotores. Así ha sucedido con obras monumentales como el Taj mahal en la India (1654), la Muralla china en la República de China (siglo V a C), la Torre de Pisa en la ciudad del mismo nombre en Italia (1350), la Torre Eiffel en Francia (1899), entre otras.


Lo mismo sucede en nuestro país con monumentos de gran importancia social, histórica y cultural, como el Monumento a los héroes de la Restauración construido en el 1953 durante la tiraría trujillista; la Basílica de Higuey (1971) y el Faro a Colón (1992) construidos por el presidente Joaquín Balaguer, y más recientemente, el Metro de Santo Domingo (2009) construido durante el gobierno del Dr. Leonel Fernández. Todas estas grandes obras con el paso de los años nadie recordará quienes las construyeron o la idearon, sólo serán importantes en sí mismas por su valor histórico; lo que implica, que no influirán en la trascendencia de los líderes que la pensaron y ordenaron su construcción.


En cambio tenemos otros líderes que si han trascendidos en nuestra historia hasta la eternidad, sin haber construido ni un metro de hormigón, tal es el caso de Juan Pablo Duarte y Gregorio Luperón, padres de nuestra independencia nacional y la restauración, respectivamente, pero más allá de empuñar un machete y enfrentarse en duelo de muerte contra la soldadesca extranjera de la época, estos líderes idearon y promovieron un proyecto de nación libre e independiente de toda potencia extranjera, y hoy todos los dominicano repetimos a coros ese eslogan y, estamos dispuestos a empuñar el machete de Luperón cuantas veces la patria fuese mancillada por botas extranjeras.


El otro líder político que trasciende en la historia contemporánea de la República Dominicana, lo es el profesor Juan Bosch, y no justamente por su condición de gran escritor y humanista, sino, por sus grandes aportes a la democracia dominicana y su lucha dogmática por los derechos civiles y políticos en toda la humanidad, pero de manera especial en nuestra adorada República Dominicana. Conforme pasan los años la figura del profesor Juan Bosch trasciende más allá de sus seguidores y admiradores partidarios, convirtiéndose cada vez más en un símbolo sin fronteras de las causas sociales más nobles y democráticas, un símbolo imperecedero de la honestidad y la transparencia, del respeto a las leyes y la dignidad humana, un patrimonio eterno de la historia dominicana.


Los líderes que trascienden son aquellos que no viven para su vana gloria, que no se aferran a las riquezas materiales, ni se envilecen con las lisonjas; los líderes que trascienden dejan de pensar en si para pensar en los demás, no esperan reconocimientos ni agradecimientos por sus acciones, construyen proyectos colectivos no individuales. Los líderes que trascienden engrandecen su pueblo, su país; otros trascienden tanto que engrandecen a toda o gran parte de la humanidad.


En cambio, nos cuesta pensar, cuáles de nuestros líderes contemporáneos nacionales y extranjeros, están trabajando para trascender, cuales están sustentando y promoviendo ideales que pudieran ser tomados como referencias, como ejemplos, como paradigmas, para las presentes y futuras generaciones. Los pueblos que se han levantado del atraso, la miseria y el subdesarrollo, hasta alcanzar la atalaya del progreso social, económico y cultural, es porque han tenido lideres trascendentes; bastaría recordar al emperador japonés Hirohito que lideró su país desde el 1926 al 1989, el cual tuvo la grandeza de levantar a su nación como el ave fénix de las cenizas de la segunda guerra mundial, hasta convertirla en una de las principales potencias económicas del mundo; al padre de la independencia de la República Democrática de Vietnam del Norte (1945), el poeta, militar y político Ho Chi Minh, de igual manera resalta la figura del gran intelectual, político, pacifista, reconocido como libertador de la India (1947), Mahatma Gandhi.


En la actualidad la Republica Dominicana goza del privilegio de contar con importantes e influyentes dirigentes diseminados entre todos los partidos y organizaciones políticas, caracterizados por ser pragmáticos, pero, sobre todo, por ser apegados y dependientes de las corrientes de pensamientos políticos que les llegan de los grandes centros de construcción de ideas políticas de los más connotados países occidentales, como EE. UU, España, Francia, Inglaterra, Alemania, entre otros. Persiste entre nuestros dirigentes una escaza disposición a orientar teórica e ideológicamente a sus militancias y seguidores partidarios, comportándose siempre apegados al formalismo jurídico del Estado, al inmediatismo coyuntural y al relativismo ideológico, lo que los lleva a comportarse de manera muy parecidos al momento de gobernar y dirigir la cosa pública.


Constituye un fuerte desafío para nuestros dirigentes políticos trabajar en la línea de convertirse en líderes trascendentes, sobre todo, cuando se trata de dar respuestas a la utopía de las masas, y aun si no existiera ninguna utopía en las masas trabajar para creársela; de manera que nuestros líderes para poder alcanzar la trascendencia tienen que contribuir a sacar de la anomia por la que atraviesa la sociedad dominicana, la cual se haya carente de expectativas y propósitos, sin una clara visión de progreso social, económico y cultural. El país necesita de líderes que además de construir grandes obras de infraestructuras y contribuir a elevar la calidad de vida de los dominicanos y las dominicanas, sirvan como referentes por medio de sus ideas en toda la humanidad, en el presente y en el futuro; esto es trascender.


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