Las elecciones presidenciales del año 2016 en las que resultó electo presidente el Lic. Danilo Medina por el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) con un 62% de los sufragantes, generó una gran inconformidad entre los principales partidos de oposición, al punto de reclamar que dichas elecciones fueran declaradas nulas por considerarlas fraudulentas.
Los partidos de oposición que compitieron en las referidas elecciones del 2016, a partir de entonces se han organizado en un bloque opositor protagonizado por el Partido Revolucionario Moderno (PRM), mediante el cual han venidos realizando un conjunto de acciones para expresar su desacuerdo con los resultados de dichas elecciones.
En ese contexto surge el movimiento ciudadanos denominado Marcha Verde, que ha venido reclamando por todo el país el fin de la corrupción y la impunidad; y en una actitud oportunista de los partidos de oposición, estos asumen el discurso de la Marcha Verde como si fuera iniciativa suya, mientras reducen su papel de partidos de oposición a marchar camuflados de verde, aprovechando las convocatorias de los grupos sociales, conscientes que por su cuenta no podrían lograr el apoyo y la participación que concita en amplios sectores de la sociedad la proclama que demanda el fin de la corrupción y de la impunidad.
Muy pocos partidos en el país, para no decir ningunos, pueden cuestionar el flagelo de la corrupción, ya que como dice el refrán popular, todos tienen techo de cristal. De igual manera, es justo reconocer que en todos los partidos políticos existen hombres y mujeres que no están comprometidos con actos de corrupción, por lo que es inaceptable que se le acuse al PLD como un partido de corruptos, como lo califican los partidos de oposición.
Sin embargo, los partidos de la oposición, en especial el Revolucionario Moderno (PRM), al querer arroparse con el lienzo verde de la Marcha, ha reducido su papel de oposición a un tema que por demás es una moda, que inmediatamente salga de los medios de comunicación, que son los que más lo han impulsado, se quedarán atrapados y sin discurso en esta red invisible en la que han querido envolver al partido de gobierno (PLD).
La corrupción y la impunidad son males endémicos de las democracias en los países en vías de desarrollo, en los cuales la lucha contra la corrupción es un tema de la clase media y algunos sectores de la burguesía que se sienten desplazados de los negocios del gobierno, razón por la cual no es determinante en los procesos electorales para provocar cambios de gobiernos; no fue determinante durante la dictadura trujillista, ni en los gobiernos del Dr. Joaquín Balaguer, tampoco en los gobiernos del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) y, consecuentemente tampoco va incidir en los actuales momentos que gobierna el Partido de la Liberación Dominicana (PLD). Y no va a incidir para sacar al PLD del poder, porque los partidos que gobiernan en democracias sólo pierden el poder por dos razones principales: por crisis económicas graves y por la inseguridad ciudadana. Esta última puede ser generada por el Estado a través de sus aparatos represivos, mediante acciones que violen los derechos fundamentales de las personas, o puede ser generada por la sociedad en su dinámica existencial a través del crimen organizado; y ninguna de las dos razones se puede decir que están presente en el país, a niveles que no puedan ser contralados por el Estado.
Las mayorías de sectores de la burguesía, es decir la clase alta, no le preocupa el tema de la corrupción estatal, porque ellos se benefician de la misma a través de negocios que suelen hacer con el Estado, ni a la baja pequeña burguesía pobre y muy pobre que es la gran mayoría de la población, tampoco le interesa, porque sus necesidades son más preocupantes e inmediatas, que investigar de dónde salen los recursos de los candidatos que van a sus casas en campaña a comprarle el voto.
Vistas, así las cosas, a la oposición no le queda otro camino si en verdad quieren conquistar el poder en los próximos comicios del 2020, que no sea diferenciarse del movimiento verde, desarrollando y promoviendo un verdadero discurso de oposición que despierte el interés de las grandes mayorías, un discurso que convenza al pueblo dominicano que de ellos alcanzar el poder harían algo diferente a lo que han venido haciendo los gobiernos del PLD.
Consecuentemente, la oposición tiene el desafío de presentar una propuesta de gobierno que no sólo supere en términos cualitativos los gobiernos del PLD, sino, además, que sea diferente a los gobiernos implementados por el partido Reformista Social Cristiano (PRSC), y por el otrora glorioso Partido Revolucionario Dominicano, hoy reducido a lo que se conoce como Partido Revolucionario Moderno (PRM) por un lado, y la facción PRD-Miguel Vargas por el otro, el cual navega en las aguas del Estado adherido a las aletas del poderoso Partido de la Liberación Dominicana.