El siglo XXI que nace el primero de enero del año 2001, representa el inicio de una nueva era en la historia de la humanidad que viene a transformar todo el quehacer humano, social, económico, cultural, político y religioso, etc.; se trata de la era del conocimiento o era digital, de las tecnologías de la información y la comunicación, protagonizada por el medio más versátil y ágil de comunicación humana que se conoce como Internet.
Una de las actividades en las que más impacta la era digital es la política; de ahí que Gobernar democráticamente en el presente siglo XXI, representa un gran desafío para los gobernantes, nacionales y locales, es decir, alcaldes o síndicos.
Gobernar hoy significa navegar no sólo en el marco de la legitimidad que otorga la ley, sino, además, bajo los controles que imponen las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC), las cuales, en manos de la población, presionan al Estado hacia la eficiencia, la modernidad y la transparencia, hacia una administración de la cosa pública menos opaca, y más cercana a la gente.
El desarrollo de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación constituyen armas poderosísimas al alcance de la población civil, que se hace cada vez más consciente de sus derechos y de sus posibilidades de incidir en el diseño, planificación, gestión y control de las políticas públicas; esto obliga a los gobernantes a ponerse a la altura de las exigencias y expectativas de la población, que mediante el uso de las TIC adquiere un mayor potencial en la forma de organizarse, comunicarse y exigir reivindicaciones de forma no tradicionales, facilitándole mayor movilidad y capacidad de convocatoria, como nunca antes visto en la historia de los movimientos sociales.
La sociedad demanda cada vez más de gobernantes inteligentes, cibernéticos, no análogos, que tengan dominio del lenguaje tecnológico de la época; para esto se requiere que los mismos tengan claro, cuáles son los retos que en materia de gestión pública demandan los tiempos; es importante y necesario, que nuestros gobernantes comprendan los nuevos conceptos del paradigma de la Administración pública del siglo XXI, que entiendan qué es gestionar con calidad, de forma eficaz, eficiente, transparente y sostenible, todo lo cual es posible, haciendo un uso efectivo de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC).
Al contar con una ciudadanía más informada, más comprometida y conocedora de sus deberes y derechos frente a la nueva gestión pública, obliga a los gobernantes a gestionar la cosa pública de manera más democrática e inclusiva, menos autocrática y discriminatoria, y cada vez más cerca al paradigma de la nueva gestión pública.
Conforme avanza el siglo XXI, en esa misma medida se desarrollan las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), lo que conlleva a que las actividades humanas de la naturaleza que fueren sean cada vez menos privadas, más incluyentes y más transparentes, y la actividad política no es la excepción, por el contrario, esta suele ser la más vigilada y controlada socialmente por la influencia que ejerce en la vida de los ciudadanos en cualquier país. Es tan profundo el impacto que generan las nuevas tecnologías (TIC) en el comportamiento humano, que están transformando de manera acelerada y radical la forma de pensar y razonar del ciudadano de hoy, haciéndolo cada vez más crítico, menos conservador y sumiso y más pragmático; cambiando incluso la estructura de pensamiento de las personas, sobre la base de construcción de nuevos símbolos culturales, que se expresan en nuevos códigos y nuevos comportamientos éticos frente al Estado y los gobernantes.
El Cambio que viene generando las TIC en la conciencia humana es tan profundo, que está contribuyendo a la transformación del pensamiento mágico o mítico que aún prevalece en la sociedad como atavismo, para hacer de los ciudadanos, seres más conscientes, objetivos y racionales.
Esta realidad que se le impone al gobernante de este siglo en lo que respecta a una buena administración de la cosa pública, lo obliga de manera ineludible a tener un dominio acabado de lo que significa la implementación y gestión del “buen gobierno”, “gobierno abierto” y “gobierno electrónico”. El Estado moderno es imposible gestionarlo, administrarlo, sin la puesta en práctica de los recursos que aportan las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC), y junto a estás, los nuevos códigos éticos y de transparencia que surgen como consecuencia de la implementación de dichas tecnologías.
El gobernante del siglo XXI tiene que tener pleno dominio y conciencia que junto a los cambios que se producen en el ámbito tecnológico, también se viene produciendo un cambio cultural que impacta en todo el sistema político; y ese impacto se manifiesta en un cambio en el modelo de democracia tradicional, la archiconocida democracia representativa, para dar paso al nuevo modelo que se denomina democracia participativa.
El concepto de democracia participativa se le suele asociar al concepto de e-democracia o democracia electrónica, por el alto componente tecnológico que hoy se requiere para dirigir y gobernar la cosa pública, asociado también a la alta posibilidad que tiene la ciudadanía de intervenir a través de la tecnología en el día a día de los administradores y gestores del Estado.
Para gobernar hoy en pleno siglo XXI se requiere de funcionarios y gestores públicos íntegros, capacitados, comprometidos con la vida, con el medio ambiente, con los derechos de las personas; que cultiven y apliquen los valores de la democracia, de la igualdad, de la participación, de la justicia, de la equidad, de la transparencia; en fin, para gobernar en el Siglo XXI hay que ser un gobernante moderno tanto en el ámbito de las tecnologías como en el campo de las ideas, ser un verdadero demócrata, con visión renovadora, futurista, moderna y humanista.
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