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Por Margarita Cedeño de Fernández

Ahorro para el desarrollo


Una importante preocupación para América Latina y El Caribe es cómo sus ciudadanos pueden ahorrar más y mejor, de manera que puedan realizar las importantes inversiones que requieren en el seno del hogar y de la comunidad. Uno de los más evidentes cuestionamientos al desarrollo económico que produce el capitalismo, es el alto nivel de consumo que genera, y que afecta muchas veces las posibilidades de las personas más pobres, ya que no destinan los recursos que perciben a satisfacer sus necesidades básicas. Este es un tema que constantemente surge en los foros sobre desarrollo sostenible. La realidad es que la región de América Latina y El Caribe ahorra entre un 10 y un 15 por ciento del producto interno bruto (PIB) menos que los países más dinámicos de Asia emergente, de acuerdo a datos recientes del Banco Interamericano de Desarrollo. El ahorro es una importante fuente doméstica para impulsar la economía, especialmente para suplir las necesidades de desarrollo y mejorar la equidad. Pero para ello, se hace necesario una asignación más productiva del ahorro, para que la región “pueda alcanzar los niveles de renta y bienestar de los países más prósperos”. Lo más urgente es generar una cultura del ahorro, que rompa la creencia de que el ahorro solo sirve para “pasar la tormenta” o enfrentar alguna carencia que produzca el nivel de consumo. Lo importante es ahorrar para “prosperar y generar los buenos tiempos”, que es decir para invertir en la educación, en la productividad y para la construcción de infraestructuras necesarias. Esto aplica para los individuos, para las empresas privadas y para los Gobiernos por igual. Como plantea el BID, desde la perspectiva de las políticas públicas, es útil entender cuál impulsa a cuál: si un mayor ahorro genera más inversión o si mejores oportunidades de inversión impulsan aumentos del ahorro. En la experiencia que hemos tenido desde el Gabinete de Políticas Sociales, hemos apreciado que la mayor dificultad para el ahorro es la falta de información y formación financiera y el consecuente desconocimiento y desconfianza que esto genera. Las familias en situación de pobreza o vulnerabilidad, no encuentran servicios financieros que se adaptan a sus necesidades y, por ende, desconfían de la figura del ahorro como una solución a sus problemas. La ausencia de los instrumentos de ahorro adecuados es presentada como uno de los principales factores que explican que solo cerca del 16% de la población adulta de la región tenga ahorros en un banco, comparado con el 50% en las economías avanzadas. La política fiscal también es presentada como un “lastre al ahorro de la región”, debido a que la mayor parte del gasto público se orienta al gasto corriente. En el mediano plazo, el país tiene que invertir la realidad de que alrededor del 90% del aumento en el gasto público se dedica al gasto corriente. A nuestro juicio, el cambio necesario en este tema inicia por la promoción del ahorro en los hogares y la creación de una cultura del ahorro. Para ello, hay que abordar las problemáticas que enfrentan los individuos y las familias a la hora de ahorrar: los “altos costos para acceder y usar el sistema financiero, falta de confianza en dicho sistema, regulación financiera deficiente, escaso conocimiento sobre cómo funcionan los bancos, presiones sociales y sesgos de conducta”, tal y como lo plantea el BID. Los programas sociales en la República Dominicana han dado un paso de avance en ese sentido. Al utilizar el sistema financiero para canalizar las transferencias monetarias condicionadas, hemos creado la plataforma para vincular los pagos a la capacitación financiera y a la promoción del ahorro. Tenemos la firme convicción de que al inculcar los hábitos de ahorro, generaremos una mejora sustancial en el ahorro nacional.




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