Como van las cosas los organizadores de la llamada Marcha Verde contra la impunidad y la corrupción pueden perder el rumbo de su movimiento.
Desde su último encuentro masivo en Santiago se han alzado voces criticando que en vez de denunciar sus contenidos de origen dentro del Movimiento Marcha Verde han surgido sectores planteando otras cuestiones de contenido político que corresponde a los partidos no a un grupo cívico moralizante.
Eso ha dado pie a que muchos sectores comiencen a cuestionarlos además de las críticas naturales que se originan del gobierno que ve los lemas de la Marcha Verde como si fuera en su contra y no es así.
Siempre habrá resquemores de cualquier administración de turno cuando surgen movimientos masivos denunciando situaciones que se le puedan endilgar pero que el Palacio no debe asimilar contra sí, sino por la forma en que se maneja el Estado y sus instituciones desde hace varios años.
Será importante siempre que los gobiernos tengan quien les proteste y se les queje al fin y al cabo esa es la democracia.
Asumir una protesta abierta y cívica como en contra de una gestión es un error de momento.
La Marcha Verde con razón o sin razón tiene derechos a participar dentro de la vida democrática pero siempre con objetivos claros todos queremos que los fondos públicos sean bien manejados y que la corrupción sea atacada sin ningún tipo de privilegio o impunidad.
De ahí sin embargo a asumir posiciones y lemas partidarios se constituye en un error de fondo que deben corregir.
Los partidos políticos son una y las organizaciones democráticas son otra por tanto las cosas ahí deben aclararse si quieren tener el éxito que han logrado hasta ahora. Desde ya mucha gente dejaría de ir a la Marcha Verde si no llaman los organizadores la atención de muchos de sus participantes de que esos actos no son para personalizar sino para moralizar a la sociedad.
Este tipo de protesta es una novedad en un país donde toda termina en medio de la confusión siendo bueno articular los argumentos que originen las protestas para no caer en el caos y el desorden que se dan cuando mucha gente converge pero no tienen un norte claro sobre lo que se quiere lograr.