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Por Marino Ramírez Grullón

A propósito de la Ley de Cine


A casi 17 años de haber sido creada la Ley General de Cine en Dominicana es necesario hacer algunas puntualizaciones sobre el fomento a este tipo de entretenimiento que de hecho es una buena industria para aquellos que lo patrocinan.

Para darle nacimiento e incentivar cualquier industria nacional siempre será necesario aprobar una ley especial que sirva para su promoción como es el caso de los industriales de Herrera en su momento u otros casos anteriores a ese.

Ahora, donde está el problema es que los sectores que se benefician comercialmente de esta Ley están siendo cuestionados ya que precisamente no la ven como arte sino como un simple negocio del que supuestamente hay que sacar beneficios en el que participan artistas que probablemente nada tienen que ver con una segunda intención.

Esta actitud comercializadora de la producción cinematográfica está haciendo más daño que bien a la aplicación de la Ley General de Cine cuya duración era de 10 años y va por 17. Las sobrevaluaciones de contratos en todo el personal que interviene en una película sobre la realidad de lo que se gana es un elemento a cuestionar.

La calidad de los filmes también genera discusiones toda vez que la fabricación de guiones sin ninguna calidad es un hecho comprobable.

Se ha llegado a decir en torno de broma que en República Dominicana se producen más películas que en Hollywood, esto por la cantidad de estrenos que se hacen cada año.

Pocas realizaciones cinematográficas tienen la verdadera calidad para sobresalir en el mercado internacional, incluso muchas películas se realizan con el propósito de justificar la inversión no para ganar con la participación del público.

El gran porcentaje que cobran las salas de cine limita las ganancias en la realización de películas que es una trampa a la industria.

Existe un monopolio doble en la exhibición de películas lo que para una o dos semanas de colocación no garantiza ninguna recuperación real de la inversión.

Por eso los acuerdos y contratos en el personal de la industria es uno de los trucos que hacen la industria del cine.

La exención en la presentación del ITBIS y del ISR son dos formas entonces de excluir pagos de impuestos y llevarlos a la producción de películas cuyos fondos resultan ganancias limpias para los inversionistas.

Me parece que ha llegado el momento de modificar la Ley de Cine no para desmejorarla sino para que realmente sirva de incentivo a un mejor contenido en las películas con ganancias reales para el personal participantes y sobre todo para que no haya evasión de impuestos por esa vía.


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