La Policía dominicana es la única policía del mundo que se ufana cuando mata a un asesino o a un delincuente.
En las sociedades desarrolladas es todo lo contrario: por todos los medios se trata de preservar la vida del prófugo o perseguido para, con su interrogatorio o declaraciones, saber en detalle las causas del crimen cometido o que se le atribuye.
Estados Unidos, por ejemplo, hasta negocia la pena con el justificable a cambio de información sobre el hecho criminoso.
Esas indagatorias sirven luego para estudios de mecanismos o medios criminosos en universidades y en las propias academias policiales, debido a que los detectives o agentes aprenden nuevas técnicas para perseguir futuros crímenes.
Aquí no, aquí es todo lo contrario aquí creemos que matando el perro acabamos con la rabia, ignorando muchas veces que la rabia ya se había hecho incontrolada por tantas gentes que mordió el canino.
Oronda, la Policía Nacional dice a través de su vocero, que dio muerte al individuo que mató a los locutores Leo Martínez y Luis Manuel Medina tras irrumpir a tiros en la cabina de la emisora 103.5 de San Pedro de Macoris, en un hecho donde fue herida de gravedad Deyanira Isabel García, secretaria de la estación radial.
Otra version extraoficial asegura que el presunto homicida se mató al sentirse acorralado.
Si es como dice la Policía, que mató al perseguido, ¿por qué no se intentó atrapar vivo al sospechoso, quien ya había sido herido? ¿se cumplió con el protocolo de la rendición?
Esa manera violenta de "matar el perro para acabar con la rabia" encubre al mismo crimen cometido porque impide interrogar al sospechoso o autor material para determinar complicidades o autores intelectuales.
La sociedad de San Pedro de Macoris, la familia de las víctimas, reclaman, con todo derecho y propiedad, que el hecho se investigue a profundidad.
El doble asesinato no fue una acción de un homicida repentino llamado José Rodríguez, a quien la misma Policía no le atribuye un pasado delictivo, sino una barbarie que a todas luces mueve a suspicacia y a sospechar, con legitimidad, que detrás del hecho hay autores intelectuales.
O, ¿muerto el perro se acabó la rabia? No lo creo.