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Por Margarita Cedeño de Fernández

El riesgo demográfico


El estudio de las tendencias y el acopio de informaciones precisas sobre la configuración demográfica de la sociedad, son el método que más nos acerca a la predicción sobre el futuro de un conglomerado de personas, una nación o un país.


Es un tema de tan alta relevancia, que países como España han creado organismos públicos a cargo de enfrentar el reto demográfico, que para ellos significa el desarrollo de una estrategia nacional para dar respuesta el envejecimiento poblacional, el despoblamiento territorial y los efectos de la población flotante.


Para la República Dominicana parecería un tema que no es urgente, pero al contrario de lo países europeos y otros más desarrollados, países con las condiciones demográficas nuestras, requieren abordar el tema con mayor urgencia y determinación.


En toda América Latina se habla de un bono demográfico que debe ser aprovechado por los Gobiernos, para impulsar una mayor inclusión en el desarrollo productivo. Para la región, ese bono supone que hoy en día hay más personas en edad de trabajar, que las que son dependientes o que necesitan asistencia económica. Pero esta realidad solo se puede traducir en una ventaja para nuestros países, si las personas en edad de trabajar efectivamente logran insertarse con éxito en el mercado laboral.


La paradoja que enfrenta la región es que, a pesar de disfrutar del bono demográfico, 1 de cada 5 jóvenes ni estudia ni trabaja, los ya famosos “Ninis”. Se han discutido muchas estrategias y acciones para enfrentar esta realidad, pero ha llegado la hora de buscar soluciones en el corto plazo al tema, porque el tiempo apremia.


Como advirtió Pablo Gottret del Banco Mundial en un Foro realizado la semana pasada en el país, América Latina corre el riesgo de envejecer siendo pobre, lo que generaría una presión económica adversa a nuestros sistemas de protección social y los sistemas sanitarios, puesto que no podrían asegurar la calidad de vida de todos los ciudadanos ni atender efectivamente el gran volumen de personas que requerirían servicios.


Es menester profundizar sobre los mecanismos de articulación entre formación y mercado laboral, a la vez que se favorezcan los trabajos que inciden en la movilidad social ascendente, para que los jóvenes de hoy, al llegar a su edad de envejecimiento, puedan disfrutar de los frutos de una vida productiva.


En el centro de la estrategia deben estar ciertos aspectos fundamentales: la formación técnico-profesional y las pasantías profesionales, que preparan a los jóvenes para ser parte de un mercado productivo cuyos retornos propician movilidad social, y por otro lado, la alineación de las ofertas formativas con las necesidades del mercado, un elemento crucial para que se mantenga un ritmo constante en el mercado laboral. A la vez, no se puede ignorar la necesidad de regenerar las zonas más vulnerables con una óptica sociológica.


Las políticas demográficas no pueden estar alejadas de los ámbitos de decisión política, porque necesitamos estar preparados para lo que viene en las próximas décadas. Es un reto que tenemos que abordar.


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