Aquellos que redoblaron por varias semanas los tambores de la división peledeista, vieron acallados una vez más sus clamores, con una demostración contundente de disciplina partidaria y unidad del liderazgo político, con el balance que otorga la apertura a la diferencia de criterios y la validación de las decisiones en los organismos de mayor representatividad de la base, una muestra de respeto hacia los demás miembros del Partido de la Liberación Dominicana, lo que pocas veces se ve en la política.
Schattschneider, quizás el más importante estudioso de los partidos políticos en los Estados Unidos antes de la II Guerra Mundial, afirmó que “los partidos políticos crearon la democracia” y que la democracia moderna es impensable en otros términos que en los de los partidos. Este ha sido el consenso de las democracias y ha quedado demostrado en diversos procesos sociales y electorales que hemos podido observar alrededor del mundo.
Siendo así, toca al liderazgo de los partidos políticos construir la democracia hacia lo externo y hacia lo interno, sin dejar de lado el ejercicio de la autoridad que le confiere la norma jurídica y la delegación de poderes en el Partido.
Ahora bien, una pregunta interesante que se hacía Schattschneider en su obra “Party Governments” o “El Gobierno de los Partidos” era en torno a los procesos internos de los partidos, que en aquella época, - y quizás ahora también - no llamaban la atención de la opinión pública ni de los ciudadanos, mucho menos en los círculos académicos o de estudios, ni en quienes generan opinión.
Los partidos políticos crecen o mueren en torno a los torneos electorales. Por ende, la antesala lógica a los certámenes electorales, que son, sin dudas, las primarias de cada partido, deben constituir espacios de debate participativo sobre quiénes deben representar a la institución política ante los electores.
Lo que muy pocos comprenden es que alrededor de las decisiones del certamen electoral, como es el caso de la discusión sobre las primarias, también se discute sobre cómo se ejerce el poder dentro de la organización política. La forma como se relacionan las instancias centralizadas del poder político con las descentralizadas y locales, son reflejos de la salud de las relaciones internas del Partido y de cómo se manejan los procesos internos de una institución política.
Por eso, en un tiempo en que se premia la transparencia y la capacidad de rendición de cuentas, propiciar la participación y el consenso dentro de una institución tan grande como lo es el PLD, es un ejercicio de aplicación de los principios de la democracia, fortaleciendo las bases sobre las que se ha construido el ideal peledeísta.
James Madison, en sus famosos papeles federalistas, decía que “mientras la razón del hombre continúe siendo falible, y el hombre esté en libertad de ejercitarla, se formarán siempre distintas opiniones“, un recuerdo de que la diversidad de criterios es inevitable en todas las instituciones conformadas por hombres y mujeres.
Tocqueville, por su parte, insistió en que “a pesar de que las agrupaciones políticas, por definición, aspiran a imponer sus puntos de vista en la comunidad, en la práctica la interacción entre ellas ha contribuido al surgimiento de normas de tolerancia y de institucionalización de los derechos democráticos“.
En definitiva, ¿en torno a qué disputan los partidos? En torno a ideología e intereses. Lo que no podemos, al decir de Tocqueville, es aferrarnos “a los principios antes que a las consecuencias“. Estar listos para evolucionar y adaptarnos a una sociedad que ha cambiado y que tiene sus reclamos, requiere del balance entre el consenso y el disenso. El PLD está listo para el equilibrio.