Para los ilusos que piensan que vivimos en una época de inmovilidad y vinculación con las consignas y creencias del pasado, lo ocurrido en las elecciones de Brasil en el día de ayer es una señal de advertencia de que estos países están dispuestos a estrellarles la puerta en el rostro a los políticos tradicionales, por muy líderes y mesiánicos que se crean.
No importa ya si Jair Bolsonaro gane o no las elecciones del país más grande y poblado de Latinoamérica, solo el resultado que obtuvo en la primera vuelta manda un fuerte mensaje al resto de los países de nuestro continente, de que sociedades como las nuestras, donde tanta gente se siente engañada cuando ve caer su nivel de vida por la implementación de políticas públicas que afectan a las clases medias, cualquier cosa puede pasar.
Ya hace algunos meses hablábamos de que resultaba bastante extraña la facilidad con que fue derrocada por el congreso la ex presidenta Dilma Roussef, sin que se produjeran protestas en las calles que reclamaran en contra de esto que fue un golpe de estado revestido de legalidad, o que el mismo Lula Da Silva fuera ingresado en prisión con una acusación muy frágil, y está en la cárcel como si nada hubiera pasado.
Pues el día de ayer, la señora Roussef no fue capaz siquiera de ganar una senadora a la que se postuló, es más, quedo en cuarto lugar, una persona que solo hace 4 años logro una victoria en segunda vuelta electoral, es decir más del 50 % de los brasileños votaron a su favor, esta vez queda ultima entre los candidatos principales a la senaduría de su estado natal Minas Gerais.
¿Qué puede haber pasado para que todo esto ocurra frente a la mirada incrédula de los ¨progres¨ de nuestro continente?
Pues que los mismos votos que se expresaban a favor del discurso y acciones de los gobiernos del Partido de los Trabajadores, admirados por todos los que aspiramos a un mundo mejor, se emiten ahora a favor de todo lo contrario a lo que representa esa agrupación política y sus líderes, simplemente es un voto de castigo claro, pero también un mensaje a la clase política el cual todos deberíamos escuchar.
Y es que Brasil fue ejemplo de un país capaz de sacar a millones de personas de la pobreza con la implementación de una política social que llevó a niveles de clase media a una parte importante de su población, y esta fue la razón por la que se convirtió en lugar de peregrinación de todo al que le interesara estudiar un fenómeno inédito en Latinoamérica, la forma en que se podía derramar la riqueza producida por todos hasta los estratos más bajos de la sociedad.
Esto provocó una revolución en la distribución del ingreso, que elevó el nivel de vida de más de 30 millones de brasileños hasta ser considerados de clase media, aquí hay que agregar que Brasil, como lo es casi toda América Latina, es un país con una enorme desigualdad social, solo hay que recordar que este país fue el último de la región que abolió la esclavitud en 1888, por lo que además existe una exclusión derivada del racismo latente que existe hasta el día de hoy.
Pues este país cuyas tasas de crecimiento eran de las más altas del mundo, que incluso se embarcó en los gastos típicos de los nuevos ricos, solo imaginar la osadía de organizar como país anfitrión los dos eventos deportivos más importantes del mundo con solo dos años de distancia; el mundial de fútbol en el 2014 y los Juegos Olímpicos en el 2016, cayó en una crisis económica derivada de la caída de los precios de las materias primas y a esto se le agregaron los escándalos de la operación Lava Jato.
Contra esto votó el pueblo brasileño, contra la recesión económica que lastra la economía de todos esos que ya eran de clase media y volvieron a ser parte de los millones de pobres que pueblan este país, pero también como una expresión de rechazo a los políticos tradicionales, muy especialmente a los partidos que los han gobernado, encabezados por el PT y el PSDB, señalados y acusados de formar parte como cómplices de todo el entramado de corrupción en que está envuelta la clase política de Brasil.
Y en este aspecto carga con una gran parte de la culpa de lo que ocurra si al final Bolsonaro llega a la presidencia de Brasil lo ocurrido con Lula, el PT y los partidos tradicionales de ese país, podrían ser muchos los que señalen directamente a los acusadores, pero nadie más que los que gobernaron ese país a nombre de un partido ubicado entre los llamados ¨progres¨ de Latinoamérica, son más culpables al haber convertido un proyecto desarrollista en una asociación de malhechores con grupos empresariales importantes de su país.
Muchas veces los políticos se olvidan de que lo importante es como se termina no como se comienza., y ese Brasil que sacó a más de 30 millones de la pobreza, se ha tragó todo lo que produjo en un lapso muy corto de tiempo, tan es así que el crecimiento económico ya en los gobiernos de Dilma bajó a un promedio de un ridículo 0.9%, el poder adquisitivo bajó casi un 10%, devolviendo por supuesto a millones a la pobreza y hoy en día la tasa de desempleo es mas del 13%, es decir un desastre.
Pero a esto tenemos que agregarle el dedo acusador de la justicia brasileña en contra de todos los políticos, muy especialmente los del PT, cuando se destapó la olla de la Operación Lava Jato, que demostró la alianza entre los gobernantes que se autocalifican con el nombre de una izquierda que solo existe en la cabeza de los Latinoamericanos que sueñan con tiempo idos y héroes muertos, y empresarios que se aliaron en un cartel económico para dar dinero a los políticos a cambio de ganancias multimillonarias cuando se le otorgaron obras de infraestructura en condiciones de privilegio.
Este es el germen que ha creado a Bolsonaro, un país donde grandes grupos de la población vio cómo se empobrecía de nuevo en tiempo récord, en un marco de escándalos de corrupción, lo que llevó en una época donde las ideologías políticas son inexistentes, la política es una actividad cada vez más desacreditada y la partidocracia tradicional agoniza en una crisis existencial que parece no tener fin, pues los pueblos comienzan a mirar a quien le toque en los oídos la música que les gusta lo que generalmente es una receta e invitación al desastre.
Porque es notable que Bolsonaro ganara muy por encima del 50% en las ciudades más populosas de Brasil, en Rio de Janeiro 57% y en Sao Paulo 53%, lugares donde habita el grueso de las clases medias que tienen miedo de seguirse empobreciendo o en el caso de los que ya lo han hecho, quieren volver al sistema de crecimiento familiar y personal que han perdido en los últimos años.
Mientras el nordeste, que es la zona más pobre del país, es la que impide con su voto que incluso Bolsonaro sea declarado presidente en la primera vuelta, estos han sido pobres siempre y el progreso llego a sus hogares solo en forma de subsidios, muy especialmente el alabado programa ¨Bolsa Familia¨, que es una transferencia económica focalizada en las familias más pobres que ha sido todo un éxito en ese país.
Todo lo que hablamos es producto de una tormenta perfecta donde se une una crisis económica, con el descrédito de la política tradicional por los actos de corrupción cometidos desde el gobierno, y el crecimiento de una generación de millenials que se comunica en forma muy diferente a los políticos tradicionales, son influenciados por los nuevos medios creados por ellos mismos para transferir información, y es capaz con sus votos de dar vuelcos espectaculares en gobiernos de países que como Brasil, habían logrado construir un sistema partidario estable después de los años de dictadura militar.
No hablamos de cualquier candidato a la presidencia, Bolsonaro representa la parte más oscura de la política brasileña, no es un outsider ni un anti político, es una persona que está en el congreso como diputado desde 1991 y se ha caracterizado por su estridencia en temas tan sensibles como la raza, la exclusión a las mujeres, la igualdad, la tortura, la pena de muerte, todo eso por lo que han luchado generaciones de brasileños después de padecer una de las dictaduras militares más feroces de aquellos años donde este tipo de gobierno era la norma en nuestros países.
Esto es lo que en la primera vuelta han escogido en Brasil, una persona que defiende la pena de muerte indiscriminada y sin juicio, defiende el derecho de los policías de matar en las calles; que le gritó a una ministra que no la violaba porque no se lo merecía; un militarista que promete entregar la mitad de los ministerios a las fuerzas armadas pues según el son los únicos serios y no corruptos en la sociedad brasileña; este es un individuo capaz de afirmar que solo tendría una hija si es en un momento de debilidad y que las mujeres deben de ganar menos en los empleos porque tienen el problema de quedar embarazadas.
Solo puede surgir una figura de este tipo en un país donde sus habitantes de harten de su clase política, no crean nada de lo que dicen los que se supone están destinados, porque se han preparado para ellos, para manejar el estado a nombre y en representación de todos los ciudadanos, y lo que está ocurriendo en Brasil debe constituirse en una alerta para el resto de nuestros países, porque si ocurrió en el coloso de América del Sur puede suceder en cualquier lado donde se den las mismas condiciones, es más, lo más probable es que se repita el fenómeno y muy pronto, las crisis de credibilidad sobran por estos lados.
Nadie puede predecir lo que va a ocurrir en la segunda vuelta, aunque los resultados de ayer ponen a Jair Bolsonaro a las puertas del Planalto, la casa de gobierno de Brasil, aunque hace unos años en Francia se dio un paso atrás frente al abismo que se les habría cuando Jean Marie Le Pen, un político fascista que perdió por una ínfima cantidad de votos de Jacques Chirac, que era conservador, en la primera vuelta de las elecciones presidenciales del año 2002 y parecía destinado a llegar al poder en ese país.