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Por fuente externa

Adolescente con solo 15 años, es uno de los estudiantes universitarios más jóvenes del país

San Juan.- Saúl Pérez Berigüete -hijo del Sargento Mayor del Ejército, Burgos Pérez y María Verigüete Ogando- pertenece a ese selecto grupo de egresados del bachillerato que logra ingresar a la universidad y espera estar dentro del reducido número de estudiantes universitarios que logra concluir una carrera profesional en el país, donde para estudiar, a veces, hay que pasar “el Niágara en bicicleta”.

Con solo 14 años, no sabe si podrá concluir su carrera universitaria, pero de algo está seguro: quiere ser microneurocirujano. el mejor del país lo que no ha de dudarse si se hace un recuento de su historial académico.

Sin embargo, y pese a poseer el récord de un estudiante destacado, Saúl, quien ha cursado tres cuatrimestres de medicina en la Universidad Tecnológica de Santiago (Utesa), no cuenta con las facilidades económicas que le permitan completar sus estudios superiores. “

Mi hijo siempre ha sido buen estudiante, no entiendo por qué no le dan la beca”, afirma María Berigüete, madre de Saúl.

María Berigüete, de 30 años de edad, es una mujer luchadora, estudiante de educación, tiene tres hijos y vive en la provincia San Juan.

Actualmente, no está trabajando y está preocupada por su situación económica, debido a que por falta de recursos monetarios y una política efectiva de entrega de becas por parte del Estado, su hijo Saúl no sabe si podrá terminar la universidad, a pesar de todos sus esfuerzos.

Saúl Pérez Berigüete, solo tiene 14 años y es uno de los estudiantes universitarios más jóvenes de República Dominicana. Pertenece a ese selecto grupo de egresados del bachillerato que logra ingresar a la universidad y espera poder estar dentro del reducido número de estudiantes universitarios que logra concluir una carrera profesional en el país, donde para estudiar, a veces, hay que pasar “el Niágara en bicicleta”.

Cuenta María que desde muy temprana edad, Saúl se entristecía cuando veía a otros niños asistir a la escuela sin que él pudiera acompañarlos, por lo que cuando cumplió los dos años lo inscribió en un colegio pequeño, ubicado en el barrio Villa Esperanza de Las Matas de Farfán, en San Juan.

Afirma que Saúl siempre se sintió atraído por el conocimiento, inclinación que le valió para que a los cuatro años de edad pudiera ingresar formalmente al sistema educativo dominicano, en el primer curso de básica.

“Lo inscribí en la escuela a los dos años porque se entusiasmaba mucho cuando veía a otros niños ir a la escuela”, puntualiza con una sonrisa en el rostro.

Sin embargo, y pese a poseer el récord de un estudiante destacado, Saúl, quien ha cursado tres cuatrimestres de medicina en la Universidad Tecnológica de Santiago (Utesa), no cuenta con las facilidades económicas que le permitan completar sus estudios superiores.

Bachiller a los 13

Motivado por el deseo de estudiar y convertirse en microneurocirujano, cuando a los 13 terminó el bachillerato se trasladó a Santo Domingo para hacerse médico.

Pero su sueño se ve opacado por la falta de dinero que también afecta a su madre, quien está desempleada y se dedica a la venta de mercancías diversas para obtener los ingresos necesarios que le permitan pagar el alojamiento, comida, gastos de libros y los nueve mil pesos que cuesta cada cuatrimestre en la universidad.

A Saúl no le ha valido ser un estudiante brillante, para conseguir una beca en el Ministerio de Educación Superior Ciencia y Tecnología (MESCyT). De nada le sirvió haber pasado de primero a tercero, por su capacidad intelectual, lo que se repitió a lo largo de su vida estudiantil.

“Saúl ingresó al bachillerato con 10 años”, revela su madre, llena de orgullo, pero matizada por la pena de no contar con la aprobación de la baca que solicitó al MESCyT, hace ya un tiempo.

Destaca que su hijo es tímido y siempre ha aprobado con buena calificación las asignaturas que cursa, aunque narra con un toque humorístico, que en el bachillerato repitió biología porque el maestro se equivocó y puso la nota de Saúl a otro compañero de clase.

“Mi hijo siempre ha sido buen estudiante, no entiendo por qué no le dan la beca”, dice María, luego de subrayar que a pesar de sus limitaciones económicas la educación de Saúl es una prioridad de ella y de su esposo, Burgos Pérez y Pérez, un segundo teniente del Ejército Nacional (EN) que ha puesto todo su empreño en sacar lo mejor de su primogénito.

Con el sueldo de un teniente

Para Pérez y Pérez, los 10 mil pesos que gana en el EN tienen como fin la educación de sus tres hijos, dejando de cubrir otras necesidades básicas de los dos hogares, porque Saúl vive en una casa en Santo Domingo que genera pago de servicios como luz y alquiler.

“A veces Saúl no tiene ni siquiera desayuno para irse a las clases”, revela su madre con ojos llorosos.

Sin embargo, la situación económica, por el momento, solo preocupa a los padres de Saúl, porque para él su meta es graduarse de microneurocirujano y ayudar a personas que necesiten de sus servicios.

“Quiero estudiar medicina porque me gusta ayudar a las personas”, insiste Saúl, quien con solo 14 años y voz aún infantil, no vacila en dedicar varias horas de estudio a sus materiales de clase, para lograr su objetivo.

Lamenta que al salir del bachillerato llevaron al MESCyT toda la documentación para solicitar una beca, pero aún no han tenido respuesta.

“Cada vez que vamos al ministerio nos dicen que ya la van a aprobar, pero no lo han hecho”, manifiesta, mientras su madre agrega que mientras tanto seguirá sacrificándose para pagar la educación de su hijo.

Saúl dice que se esforzó mucho estudiando, por lo que entiende que es merecedor de una beca para cumplir su sueño y al ser cuestionado sobre su sacrificio, con voz enérgica precisa: “No tuve infancia”.

Este estudiante destacado tiene la sensación de que se sacrificó y que la falta de respuesta del MESCyT hace aún más intenso ese esfuerzo, para él y para su familia, que a pesar de su bajo nivel adquisitivo pone la educación de Saúl y sus hermanos en primer lugar, como quien guarda un tesoro que espera disfutar algún día.


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